martes, 9 de marzo de 2010

Maya Goded



Después de fotografiar, en la frontera
de Estados Unidos y México,
a mujeres desaparecidas y asesinadas,
buscando a sus familias,
siguiendo sus pasos, para saber
quiénes eran estas jóvenes, me
enfermé de injusticia. Necesitaba
sacar mi sentir de venganza.

Encontré la puerta pintada con la
bandera de México. Toqué la puerta,
me abrió una viejita que estaba
haciendo unas tortillas y rápidamente
me invitó a pasar, me dio de
desayunar y me contó su vida.
Había vivido sola en las orillas del
pueblo, muy enamorada, pero su
amor fue muy duro, vivió su amor
y su sexualidad libremente, no
había tenido hijos y el pueblo
había decidido que viviera fuera
del pueblo.

Regresé una semana después, me
abrió la puerta con un vestido
blanco que en la parte de atrás
estaba manchado de tierra. Me
contó que había volado toda la
noche con muertos, y estaba contenta
de verme porque yo había
llegado a su vida a curarla, tenía
visiones en el agua, pero estaba
perdiendo sus poderes al hacerse
mayor. Por un momento, en su
cocina estaba explicándome la
relación que tiene con los muertos,
cuando sentí un escalofrió en
todo el cuerpo; me llegó una
certeza que estaba muerta. Se lo
dije y ella me tranquilizó afirmando
que estaba viva. Después
de tomarnos un té, entramos a un
cuarto en el que cura y hace sus
hechizos, y le pedí permiso para
tomarle una foto. Ella me miró.
Ahí me di cuenta que era el
comienzo de un largo aprendizaje
sobre la vida, de personas
que se revelan ante un destino,
que buscan cambiarlo, que trabajan
con la ilusión, la venganza,
que son el reflejo de la necesidad
humana de justicia, de protección
de un mundo que pareciera
estar fuera de control.

1 comentario:

gen71 dijo...

Impresionante relato...

Y maravilloso personaje.

Saludos